domingo, 6 de diciembre de 2009

Tributo al cigarrillo

En memoria a Julio Ramon Ribeyro y a su "Solo para fumadores"

Derby, Chersterfield, Inca, Bisonte, Gauloises, Gitanes, Muratti, Rothaendhel, Dunhill, Hamilton, Lucky, Pall Mall, Capri, Winston, Caribe, Extra, Camell, Marlboro, Kent, Premier, Salem, son alguna de las tantas marcas de cigarrillos que existen y hasta en mi máximo de oportunidades muchas de ellas he podido probar. No recuerdo con nitidez la primera vez que fumé un cigarrillo, o debería decir la primera vez que lo disfruté. Porque mi primer encuentro con tal delicado y placentero objeto fue cuando estaba mas o menos en tercero de secundaria. Recuerdo que mi hermano mayor llevó uno a la casa y cuando mis padres estuvieron ausentes decidió prenderlo y enseñarme su funcionamiento, que en ése tiempo para mi se veía complicadísimo y hasta sórdido. Mi primera experiencia no fue para nada gratificante y hasta debo decir que en su primer instante lo detesté mucho, el olor se quedó impregnado en mi ropa causando en mi gran molestia, sin olvidar claro lo dificultoso que se hacía el tener que aspirar y botar el humo, todo un proceso que causaba en mi desesperación (por no quedar mal) y repugnancia puesto el olor me enfermaba. De tal cigarrillo no emanaba aroma que me agradase y el hecho de enredarme con el humo hasta el punto de llegar a ahogarme fue lo que en un primer instante provocó mi desistimiento y negación rotunda a lo que en los próximos años marcaría mi vida cotidiana.

Cómo señala Ribeyro, y debo aclarar que lo tomaré como punto de referencia pues explica detalles con los que me identifico; muchos creen que el fumar es hereditario, en mi caso la explicación no se debe a mi padre, si no a mi madre que si bien no era una fumadora empedernida (y ahora arrepentida) sus primeros años de estudiante y profesional estuvieron marcados por la compañía de tal peculiar amigo. Mis tías, (por parte de madre) también compartieron momentos dichosos con el cigarrillo, y aunque nunca he visto con uno de éstos a la tía Jose o Rosa, el escuchar cómo contaban sus historias ponían en acción a mi imaginación que terminaba por fabricar una imagen en dónde ellas eran las protagonistas y sólo aparecían con el cigarrillo en mano. Cuando ellas tenían mi edad y hasta quizás un poco mas, pasaban sus veranos en el añorable Huacho acompañadas de primas que les eran contemporáneas y junto a los incontables atardeceres que en ésas épocas vieron, estaban también con ellas el inseparable Salem, cigarrillo mentolado, que después de haberse aspirado se hallaba ahora entre sus dedos, esperando el próximo encuentro con su boca para una nueva pitada; su exquisito aroma, y su peculiar sabor a mentolado que les dejaba en el paladar después de haberlo inhalado, era indescriptible y eso lo logré entender cuando ya a una edad mas avanzada comencé a hacerme muy amiga de los Hamilton Fresh.

Al principio mi compartir con el cigarrillo era cuestión de reuniones con amigos, en dónde entre conversación, baile y trago se escapaban un par de fallos que en toda la noche me mantenían tranquila. Luego ésa suma fue en aumento no sólo en las fiestas si no en mi cotidianidad. Ya no era el esperar a que un amigo me invitase un cigarrillo, sino que tenía que ir en busca de los míos. De éste modo, al convertirse en un ritual, se veían claras dos etapas. El comprar mis cigarrillos y el hecho preciso de fumarme tal cigarrillo. Y es que en mi estadía en la Universidad, es inconcebible penetrar a los pasillos sin un Hamilton o un Pall Mall entre los dedos de mi mano.

Tales etapas del proceso muy claras por cierto, se desenvolvían de la siguiente manera: Me dirigía hacia la tienda a tres cuadras de mi casa y solicitaba al bonachón que atendía en ella una cajetilla de Pall Mall, ésas en las que vienen 11 cigarrillos. Ni bien tenía entre mis manos tal cajetilla era preciso abrirla con la serenidad y la paciencia propia de tal acto para envolverme en el aroma que expedía tal cuerpo de cartón de color verde, rojo o azul (dependía de la situación) y llevarla hasta mi bolsillo, del cual sigilosamente sacaría uno de entre todos para que me acompañase por mi camino riguroso hasta el aula. En el trayecto y es preciso señalar tal acotación, podía fumarme entre uno o dos cigarrillos dependiendo si me encontraba con alguien con quien conversar o algo en que entretener la vista, pero si tal situación no se daba, guardaba entonces mi Pall Mall para el receso respectivo y ansiado que se daba entre una y otra hora de clases. Era allí donde me envolvería con el cigarrillo en una sola figura (estamos aquí en la segunda etapa) pues para poder disfrutar del exquisito fumar era preciso ingerir a su vez un halls, de color rojo de preferencia, con esto la mezcla era perfecta: un exquisito cigarrillo, con el sabor del halls rojo en mi boca, en dónde tal miscelánea producía en mi una sensación indescriptible de detalles pero reducible en una palabra: placer.

Deducible era entonces, que tal acto de placer no se vea resumido a los breaks, o a las reuniones amicales si no al caminar por las calles o en los pasillos, antes de estudiar en casa, mientras leía una obra, al escribir un poema, al observar un atardecer, al hablar con un amigo, antes y después de un beso cargado de mucha pasión por el ser querido, un sin fin de actos que iban poco a poco siendo acompañados por el cigarrillo.

Como Ribeyro menciona en "Solo para fumadores" citando a André Gide " escribir es para mi un acto complementario al placer de fumar", aún no he llegado al punto en que me identifique plenamente con ésa frase pues hasta ahora funciona conmigo a la inversa, "el placer de fumar es un acto complementario al escribir" en éste punto disgrego contigo Ribeyro.


Finalmente, y ésta en si la razón de mi tributo a tal escueto y ameno cuento, (es preciso señalar ahora, no va por aquí ninguna moraleja) que sin duda ha forjado en mi toda una cultura del tabaco, es la de dirigirme hacia todas las personas que en su oportunidad me dirigieron tal cuestionamiento del por qué fumo. Me gustaría citar a Ribeyro (ya que su postura, teoría, hipótesis, conjetura, me parece bastante buena, quizás hasta razonable)

"Según Empédocles, los cuatro elementos primordiales de la naturaleza eran el aire, el agua, la tierra y el fuego. Todos están vinculados al origen de la vida y a la supervivencia de nuestra especie. Con el aire estamos permanentemente en contacto, pues lo respiramos, lo expelemos, lo acondicionamos. Con el agua también, pues la bebemos, nos lavamos con ella, la gozamos en ejercicios natatorios o submarinos. Con la tierra igualmente, pues caminamos sobre ella, la cultivamos, la moldeamos con nuestras manos. Pero con el fuego no podemos tener relación directa. El fuego es el único de los cuatro elementos empedoclianos que nos arredra, pues su cercanía o su contacto nos hace daño, la sola manera de vincularnos con él es gracias a un mediador. Y este mediador es el cigarrillo. El cigarrillo nos permite comunicarnos con el fuego sin ser consumidos por él. El fuego está en un extremo del cigarrillo y nosotros en el opuesto. Gracias a este invento completamos nuestra necesidad ancestral de religarnos con los cuatro elementos originales de la vida".

No hay mayor explicación que ésta para entender el por qué del fumar de los fumadores. Cierto también es que en muchas oportunidades me he visto en la necesidad de responder con ideas propias y no tan propias tal cuestionamiento, lanzando frases como "es una costumbre universitaria" (Dra. Erika Valdivieso) aunque tal respuesta se haya visto magullada por un comentario exacerbarte de mi profesora de Derecho de Familia en dónde con mil y un argumentos sobre la salud y la moral terminó por derribar mi teoría ajena, que mas apuntaba a ser una respuesta facilista. Ahora podría alegar el argumento de Ribeyro o podría limitarme a responder otra frase que he armado mientras me fumaba un cigarrillo. "El fumar no puede tener un fundamento en la razón, puesto que el fumar es un placer, y los placeres no encuentran, ni tienen fundamento en la razón"


Ésa mi respuesta final para mi excelentísima maestra y para las pasadas y futuras personas que estuvieron y estarán dispuestas a cuestionar mi hábito, costumbre, rito y finalmente forma de ser.

Tomado de: http://entrecallesyborronesmel.blogspot.com/

1 comentario:

  1. Ivám el terrible||||

    Hola que tal, oye casualmente estaba buscando la historia de los MURATI ya que llevo mucho tiempo fumádolos sin saber su origen, al igual fumo PAL MALL, MARLBORO, DELICADOS, CAMEL, los LUCKY, y POPULARES.

    Me ha gustado mucho tu blog, y opino los mismo: "FUMAR ES UN PLACER". Aunque hay que aceptar que a la larga en exceso si te daña, pero pss para eso existe el libre albedrio, cada quién sabe que hacer con su vida, es libre de decidir.

    A mi muchas personas cuando me ven fumando me dicen: "Iván deja ese vicio" a lo que yo respondo: "Para mí no es un vicio, sino un placer"

    Bueno me gustaría seguir contándote mis chocoaventuras con este maravilloso hábito en común.

    "EL PLACER DE FUMAR"

    UN SALUDO
    BUENA VIBRA PARA TI
    http://www.ivamelterrible.blogspot.com/
    http://publivan.blogspot.com/

    ResponderEliminar